El tiempo

Tiempo en Montillana

lunes, 11 de junio de 2012

POEMAS SOBRE ENCINAS


En honor a esta encina milenaria dejamos aquí

presente un recopilatorio de poemas dedicados a

árboles como ella.
 Así todas las personas que pasen por este lugar podrán leer estos poemas.


José Antonio Muñoz Rojas


Las cosas del campo

Cuando florecen las encinas hay que temblar. Se anuda la delicia en la garganta. Hay un estremecimiento y el árbol comienza a vestirse, y toda aquella dureza, se expresa en purísimo temblor, en goterones de ternura que la llenan toda, que la ponen como llovida de belleza, enmelada, soñadora, sauce sin río en el monte, con toda la fuerza de la encina y la melancolía del sauce.
Las encinas no se conocen a sí mismas cuando florecen. Componen una figura patética en el paisaje y teme uno que ni los pájaros ni los viandantes las tomen en serio y les suceda como a los gigantes enamorados que pierden el tino y el peso.
Luego quisiera uno guardar el momento, conservar el temblor, detener el fruto y quedarse para siempre bajo tanta gracia y brío. Pero las noches de primavera suelen destemplarse y no se puede prolongar el crepúsculo bajo una encina florecida. Vendrá el relente y nos herirá la espalda y habremos de abandonar tanta hermosura a la noche.



Federico García Lorca
ENCINA

Bajo tu casta sombra, encina vieja,
quiero sondar la fuente de mi vida
y sacar de los fangos de mi sombra
las esmeraldas líricas.

Echo mis redes sobre el agua turbia
y las saco vacías.
¡Más abajo del cieno tenebroso
están mis pedrerías!

¡Hunde en mi pecho tus ramajes santos!
¡oh solitaria encina,
y deja en mi sub-alma
tus secretos y tu pasión tranquila!

Esta tristeza juvenil se pasa,
¡ya lo sé! La alegría
otra vez dejará sus guirnaldas
sobre mi frente herida,
aunque nunca mis redes pescarán
la oculta pedrería
de tristeza inconsciente que reluce
al fondo de mi vida.

Pero mi gran dolor trascendental
es tu dolor, encina.
Es el mismo dolor de las estrellas
y de la flor marchita.

Mis lágrimas resbalan a la tierra
y, como tus resinas,
corren sobre las aguas del gran cauce
que va a la noche fría.
Y nosotros también resbalaremos,
yo con mis pedrerías,
y tú plenas las ramas de invisibles
bellotas metafísicas.

No me abandones nunca en mis pesares,
esquelética amiga.
Cántame con tu boca vieja y casta
una canción antigua,
con palabras de tierra entrelazadas

en la azul melodía.

Vuelvo otra vez a echar las redes sobre
la fuente de mi vida,
redes hechas con hilos de esperanza,
nudos de poesía,
y saco piedras falsas entre un cieno
de pasiones dormidas.

Con el sol del otoño toda el agua
de mi fontana vibra,
y noto que sacando sus raíces
huye de mí la encina.



ANTONIO MACHADO

NOCTURNO
Para Juan Ramón Jiménez

Sobre el campo de Abril la noche ardía
de gema en gema en el azul... El viento
un doble acorde en su laúd tenía
de tierra en flor y sideral lamento.

.......................................................

Era un árbol sonora en la llanura
dulce cantor del campo silencioso,
que guardaba un sollozo de amargura
ahogado en el ramaje tembloroso.

Era un árbol cantor, negro y de plata
bajo el misterio de la luna bella
vibrante de una oculta serenata
como el salmo escondido de una estrella.

Y era un beso del viento susurrante,
y era la brisa que las ramas besa,
y era el agudo suspirar silbante
del mirlo oculto entre la fronda espesa.

Mi corazón también contará el almo
salmo de Abril bajo la luna clara
y del árbol cantor el dulce salmo
en un temblor de lágrimas copiara,
que hay en el alma un sollozar de oro
que dice grave en el silencio el alma,
como en silbante suspirar sonoro
dice el árbol cantor la noche en calma
si no tuviese mi alma un ritmo estrecho
para cantar de Abril la paz en llanto,
y no sintiera el salmo de mi pecho
saltar con eco de cristal y espanto.



 
ANÓNIMO

Abracé al árbol con cariño
como quien lo despierta.
Después con más fuerza fusionándome.
Los pies en las raíces
Tiene rostro, pecho, vientre, sexo y piernas
pegados a su tronco,
lo abrazaba tiernamente
Con las palmas abiertas.
Sentí mi propia respiración
dan madera, dan carbón,
Tomé pulso de mi sangre
Para sintonizar con la sangre del árbol.
Se fueron transformando, mis cabellos en hojas,
en tronco mi cintura, los brazos en ramaje,
mis pies en extrañadas raíces.
Y sentí por todo mi ser
una energía bienhechora que descendía por la tierra,
que bajaba de los cielos
De repente
dejé de sentir mi yo:
pura energía cósmica.



HONORIA PÉREZ MARÍN

Son los árboles tesoros
que en la tierra puso Dios,
grandes bienes para el hombre
que para él aseguró.
Tiene el aire por el árbol
saludable condición,
ecos dulces de las aves,
de las flores grato olor.
Dan los árboles la fruta,
dan madera, dan carbón,
la lluvia fecunda atraen,
las hojas tapan el sol.
Debe el niño bien
a los árboles amor, 

defender los brotes nuevos
y evitar la destrucción
y así crecerán a un tiempo:
árbol, niño y los dos
serán útiles al mundo
y tendrán su bendición.



Autoras: Natalia Molina Molina
Leticia Molina Molina
Alba María Cerezo Bolívar




1 comentario: